Es un rayo de luz para los oscuros cielos de la Iglesia en Francia: en la noche de Pascua, más de 12.000 catecúmenos han recibido el sacramento del bautismo.
Esto representa un aumento considerable: ¡un 31 % más que el año pasado y un 120 % más que hace diez años! ¡Un verdadero milagro!
Este fenómeno es sorprendente, porque contrasta fuertemente con el declive religioso que Francia ha experimentado a lo largo de los años. Si observamos la triste evolución entre 1960, cuando el 90 % de los niños eran bautizados a los tres meses de su nacimiento y, cuarenta años más tarde, en 2020, cuando alrededor del 30 % de los niños son bautizados a los siete años de su nacimiento…
A esto se añade la pérdida general de la práctica religiosa, caracterizada por la disminución en que las personas frecuentan los sacramentos y la misa dominical, una disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa y una disminución de los matrimonios religiosos…
El compromiso de estos nuevos fieles parece, pues, un fenómeno a contracorriente y, es importante subrayar, que se produce sin la participación de los obispos ni del clero.
Estos últimos confirman que estos nuevos creyentes están ahí por una experiencia personal de Dios, y no por una acción de las parroquias o de otros.
«En las cartas que leo, uno de cada dos catecúmenos cuenta haber tenido una experiencia de salvación, haber recibido ayuda sobrenatural en tiempos difíciles. Algunos nombran inmediatamente a Cristo, pero para otros es menos claro », explica el obispo de Arras, Mons. Olivier Leborgne.
Mons. Michel Pansard, obispo de Évry, declara : «La gente habla a menudo de sus pruebas en la vida -una enfermedad, la muerte de un ser querido, un desengaño amoroso-, que han puesto en entredicho sus certezas. En algún momento, tocaron fondo y eso les puso en el camino hacia Dios».
«Hay muchas preguntas sobre el infierno y la vida eterna. Nunca me había enfrentado a ello hasta hace dos año », afirma monseñor Pierre-Antoine Bozo, obispo de Limoges.
En un editorial del Figaro del 29 de marzo, el periodista Étienne de Montety arroja una luz interesante sobre el tema. Los recién bautizados, escribe, « (…) hablan de una sed que el mundo moderno no les permite saciar. La prosperidad alimenta el cuerpo, la tecnología facilita la vida cotidiana y entretiene la mente, pero ¿qué pasa con el alma? Han intuido que el alma es la gran rechazada de nuestro tiempo. Todos ellos dan testimonio del descubrimiento de Dios hecho hombre, cuya presencia han sentido en sus vidas, un encuentro que los ha colmado plenamente. »
«Estos neófitos van a contracorriente, algunos de ellos incluso encuentran incomprensión y hostilidad por parte de sus familias. Esta situación los hace exigentes. Corresponde a la Iglesia, y por tanto a los fieles, no defraudar sus expectativas. Su fe nueva y renovadora se extenderá por las filas de la vieja institución. Su llegada es a la vez una sorpresa y un desafío para el catolicismo francés », analiza acertadamente el periodista.
Se trata de una corriente formada por católicos de convicción y adhesión, sorprendente por su fervor y totalmente inesperada en el contexto del actual declive religioso de Francia.
Otro elemento importante, como menciona el diario La Croix, es «el rejuvenecimiento de los perfiles que está surgiendo. En 2024, más de tres cuartas partes de los bautizados tenían menos de 40 años, y el 36% tenían entre 18 y 25 años. Esto refleja un fenómeno que se extiende más allá de la Iglesia católica: una sed de espiritualidad entre las generaciones más jóvenes, algunas de las cuales buscan orientación y esperanza ante un futuro incierto ».
He aquí algunos fragmentos de los testimonios de estos jóvenes catecúmenos, recogidos por diversos medios de comunicación. Elise nos habla de su conversión gracias a una nueva amiga que conoció durante su primer año de medicina: «Ella era muy religiosa y practicante. Eso despertó mi curiosidad». Al llegar a su segundo año en otra ciudad, lejos de su círculo íntimo y de su amiga católica, Élise se sintió muy sola y habló de un «malestar » que la corroía. Se refugió en las iglesias, donde encontró la paz. Al cabo de un tiempo, haciendo acopio de todo su valor, por fin se atrevió a hablar con algunos feligreses. Casi dos años después, es una de los 12.135 catecúmenos adultos que se bautizaron en Pascua este año.
«El papel de los amigos es muy importante para los jóvenes», confirma Isabelle Quiblier, responsable de los catecúmenos en Lyon, poniendo un ejemplo: «Un catecúmeno me contó que había invitado a muchos amigos a su fiesta de cumpleaños. Uno de ellos le regaló una Biblia y le retó a leerla. Leyó la Biblia y se quedó completamente boquiabierto».
Para Jonathan, también nuevo fiel, el punto de inflexión llegó cuando se presentó al concurso para entrar a la academia de policía. «Recé mucho para aprobar, y quedé primero. Fue entonces cuando me dije: “hay algo ahí»», dice con una sonrisa. «Cuando tenía 16 años, mi madre quería llevarme a la iglesia. Me molestaba. Me hacían encender fuego, dar vueltas por el patio, no lo entendía. Y sin embargo, contra viento y marea, siempre ha tenido el reflejo de rezar. Hablaba con alguien en el cielo. Estaba seguro de que me oía.»
La Croix recopila la historia de Adrien, que vive cerca de Montbéliard: « (…) El cristianismo le atrajo, pero, receloso de esta religión dominante, empezó por ponerla a prueba. Estudió los escritos del cristianismo primitivo, San Agustín, San Juan Crisóstomo y Santo Tomás de Aquino. Uno a uno, sus prejuicios fueron cayendo. El sistema parecía perfectamente coherente. A partir de entonces, él también se exaltó. “Todas las demás doctrinas tienen defectos, el protestantismo no encaja, el islam no encaja… En el cristianismo, todo encaja, es… magnífico”. Como persona que busca certezas y fundamentos sólidos, no ve grietas en el edificio de la Iglesia.»
Adrien acabó llamando a la puerta de la Iglesia. Al principio fue un choque de culturas y generaciones. Cuando el catequista le preguntó qué le había llevado hasta allí, Adrien respondió: «No hay salvación fuera de la Iglesia. Aquí estoy.»
Por último, dentro de este fenómeno, hay una corriente de jóvenes de familias musulmanas que se convierten al catolicismo, reivindicando a sacerdotes como el padre Guy Pagès, sacerdote de la diócesis de París, que, a pesar de la oposición de los párrocos, lleva muchos años trabajando por la conversión de los musulmanes.
Según cifras del Episcopado, las conversiones del islam representan el 5% de los bautizados adultos. La Mission Ismérie, una iniciativa de católicos comprometidos con la acogida de musulmanes que eligen el cristianismo, ha anunciado que «400 personas de origen musulmán se han unido a las filas de los nuevos bautizados», el doble que el año pasado.
Ahora le toca al Figaro contar el testimonio de Kenza, una antigua musulmana. Se convirtió al catolicismo la noche de Pascua, cuando fue bautizada en Sartrouville, en los suburbios de París. «Sólo tengo una palabra para describir lo que estoy experimentando : paz», dice. «Cuando te conviertes al Islam, sólo tienes que ir a la mezquita, decir una frase y ya está. Cuando fui a ver a un sacerdote católico, enseguida le pedí el bautismo, pero me costó un poco de preparación. Este viaje me ha traído paz, paz interior.»
Habla de lo difícil que fue para ella dejar su origen musulmán: «Esta conversión está muy mal aceptada y muy mal vista. Soy de origen marroquí, así que es muy complicado. Además, no estaba planeado para mí. Fui indagando en las raíces de mi religión, de la que sabía muy poco, esta búsqueda espiritual me llevó a Cristo. Indagué más, releí el Corán y, cuanto más avanzaba, más preguntas me hacía. Empecé a tener dudas sobre mi religión, lo que me hacía sentir muy incómoda porque no podía hablar con nadie. Para mí, el Sábado Santo marca el día de mi renacimiento», concluye.
El gran número de catecúmenos en la Vigilia Pascual de este año demuestra que Francia sigue teniendo vocación de sostener a la Iglesia, que sigue siendo la «Hija Mayor de la Iglesia». Esto hace eco a la afirmación del Cardenal Pie: «Francia será el primer país en convertirse después de la apostasía que la invadió con la Revolución Francesa.»
Nos gustaría terminar este artículo con la hermosa oración de Su Eminencia el Cardenal Pie, “Oh María, que Francia permanezca fiel a su misión providencial”, frente a las amenazas y ataques contra la Iglesia católica en Francia:
“Que Francia, la hija mayor de la Iglesia y de tu Reino, que Francia, tan fecunda en el pasado en glorias de todo tipo y sobre todo en glorias cristianas, que Francia, que tan noblemente ha pagado su deuda a la causa de Dios y de Cristo en todos los tiempos, permanezca fiel a su misión providencial; que nunca se hunda por debajo de sí misma; que muestre siempre el mismo valor en los días de grandes luchas, y que sienta el beneficio particular de tu Asistencia en los peligros del tiempo presente. En estos días se urden siniestras tramas contra Jesucristo, contra su Iglesia, contra su Vicario. La tormenta ruge, la tempestad es terrible; y, sin embargo, muchos corazones permanecen indiferentes y fríos. En cuanto a nosotros, oh María, que tenemos el honor y la dicha de llevar el Nombre de Tu divino Hijo, y que Te proclamamos Reina y Madre de nuestra pequeña Sociedad, presérvanos de todo mal y de todo temor, ayúdanos a soportar incluso la prueba más prolongada. Y si, Dios no lo quiera, se intentara algo siniestro contra la Iglesia católica, concédenos la gracia de entregar nuestras almas por la Verdad y de rendir homenaje con nuestras vidas al Autor de nuestra salvación y al Dador de la Vida eterna. Así sea.»
Fuentes :
https://www.jesus-messie.org/les-interventions/abbe-guy-pages
Foto : Captura de pantalla de YouTube – “Haute-Saône : le nombre de baptêmes en forte hausse en ce week-end de Pâques”
