Por Ignacio García Toledo
La ignorancia religiosa es el motor de nuestra apostasía.
La decadencia moral y religiosa que se está dando en España, que antaño supo ser el bastión de la Cristiandad, es un asunto que nos toca profundamente.
¿Por qué España ya no es tan católica como antes? ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién tiene la culpa de este cambio en la moral y en la religión?
A lo largo de los siglos, España se ha erigido en faro de la fe católica, iluminando el mundo con su ferviente devoción. Sin embargo, en las últimas décadas, un velo de ignorancia religiosa ha descendido sobre la nación, oscureciendo la luz que una vez la guió.
Líderes católicos como el cardenal Pie en el siglo XIX, el obispo húngaro Tihamer Toth y el sacerdote jesuita español Jorge Loring -entre otros- ya advertían del cáncer de la ignorancia religiosa.
Numerosos santos y papas coincidían en que la ignorancia religiosa era la causa fundamental de la decadencia de las naciones cristianas. Recordaremos algunas reflexiones del cardenal francés Louis-Édouard-François-Désiré Pie, conocido como Cardenal Pie.
Fue obispo de Poitiers entre 1849 y 1880. Fue uno de los principales líderes del llamado movimiento ultramontano del siglo XIX en Francia.
Redactó numerosas instrucciones sinodales sobre los principales errores de la época. Estas instrucciones se redactaron a raíz de un cuestionario que le envió el Papa Pío IX. El cuestionario incluía veintiocho capítulos sobre los errores filosóficos, teológicos y, por tanto, éticos que circulaban en la época. Sus respuestas al cuestionario servirían de base para redactar una nueva encíclica que aparecería doce años más tarde bajo el título «Quanta Cura» e incluiría un apéndice que se haría famoso, el Syllabus.
El cardenal Pie estuvo, pues, en el origen del Syllabus, que forma un conjunto de 80 cuestiones expuestas y decididas por el Papa Pío IX condenando los principales errores de su tiempo.
En uno de sus escritos afirma que «la única esperanza de nuestra regeneración social reside en el estudio de la religión. El primer paso hacia el retorno a la paz y al bienestar social será el retorno a la ciencia del cristianismo».
En cuatro sermones pronunciados en la catedral de Chartres, explica a los fieles la importancia del estudio de la doctrina católica, afirmando que «Jesucristo debe reinar ante todo en la inteligencia por medio de la instrucción religiosa».
La ignorancia religiosa, como un enemigo silencioso, corroe los fundamentos de la fe y aleja a las almas de Dios. Se manifiesta en la negligencia a la hora de cultivar el conocimiento religioso, la falta de compromiso con la formación espiritual y la indiferencia ante los valores cristianos.
Sus palabras son verdaderas y fuertes:
«El Espíritu Santo me ha enseñado que el amor a la verdad debe anteponerse a cualquier otro amor, incluso al amor a la paz”.
“Apartarse del espíritu de la verdad y ser indiferente a ella es precisamente el crimen que Dios castigará con mayor severidad y justicia…”.
“La ignorancia voluntaria de la religión es en sí misma un crimen de muerte, porque encierra el desprecio de Dios y la voluntad de apartarse de su mano omnipotente”.
¿Quién es el culpable de esta situación que desgarra la fe de una nación católica?
El cardenal Pie nos invita a hacer un examen de conciencia, destacando que la responsabilidad es de todos: desde los líderes religiosos hasta los simples creyentes.
Los pastores de la Iglesia tienen la obligación de transmitir la fe con fervor y claridad, utilizando todos los medios a su alcance para alimentar el conocimiento religioso de su rebaño. Los fieles, por su parte, deben responsabilizarse de su propio proceso de formación espiritual, haciendo uso de los sacramentos, participando activamente en la vida de la Iglesia y profundizando en las enseñanzas de Jesucristo.
Otro punto crucial que nos lleva al corazón del problema es la realeza social de Cristo. El cardenal Pie defendió con fervor que Jesucristo debe ser Rey no sólo de nuestras vidas individuales, sino también de la sociedad en su conjunto.
Esto significa que los principios cristianos deben impregnar las leyes y las instituciones, guiando el rumbo de la nación hacia el Bien Común. La fe debe ser públicamente respetada y valorada, presente en todos los aspectos de la vida social.
No es solo en España, sino en todos los países del mundo, que la iglesia ya no tiene la libertad de reclamar la realeza social de Jesucristo.
Esta es otra forma de apostasía, mientras Jesucristo no reine públicamente en la sociedad, no se puede considerar que la sociedad sea cristiana.
También el Cardinal Pie dice que la indiferencia religiosa, de cierta manera, es peor que la persecución abierta a la iglesia, porque la indiferencia religiosa significa aceptar el secularismo que es una forma grave de apostasía.
Si la Iglesia ya no tiene el derecho de exigir la realeza social de Jesucristo, las almas que ya no ven la presencia de Jesucristo honrada en la sociedad también se convierten en una sociedad apóstata, y entonces, cuando el individuo está en una organización social donde ya no ve la Iglesia, los principios divinos, la ley divina, la ley natural respetada, y Jesucristo Rey, también acaba apostatando, así que es una influencia doble.
España y muchas naciones cristianas se han alejado de este ideal, relegando la fe a una esfera privada y marginándola de la vida pública. Las enseñanzas de Cristo y la fe se vuelven cada vez más irrelevantes para la sociedad.
Aunque España mantiene numerosas fiestas y tradiciones religiosas más que otras naciones, existe una culpable y extendida aceptación de leyes del Estado que son contrarias al Derecho divino, es decir, los Diez Mandamientos y también el derecho natural.
En concreto, ¿de qué sirve celebrar fiestas religiosas si aceptamos con indiferencia que las leyes destronan a Cristo Rey?
La práctica religiosa, finalmente, también acaba siendo abandonada. Los bautismos infantiles y los matrimonios religiosos están en caída libre. En encuestas realizadas en los últimos años, menos del 20% de los encuestados afirmaron asistir a misa de manera regular, mientras que la gran mayoría indicó que no lo hacía.
La Conferencia Episcopal Española ha publicado estadísticas que muestran una disminución en la asistencia a misa y en el número de personas que se identifican como católicas practicantes. Estos datos reflejan una tendencia más amplia de secularización y cambio en las actitudes religiosas en la sociedad española.
En una homilía pronunciada en 1874, el cardenal Pie dijo: “Creer en la divinidad y la humanidad de Jesucristo no constituye un catolicismo inatacable. No tendréis una fe irreprochable sin reconocer y proclamar el Reino social de Cristo”.
Para el cardenal Pie, el laicismo, disfrazado de progreso y libertad, se presenta como un lobo con piel de cordero que socava los valores cristianos que han sostenido a España durante siglos. Esta ideología, que ignora o margina la fe, promueve una cosmovisión carente de trascendencia, donde el placer individual y la búsqueda material son los fines más elevados.
He aquí un comentario del cardenal Pie contra el laicismo moderno. Pronunció tres sermones sobre la falta de respeto de la ley sobre la santificación del domingo.
En la Cuaresma de 1849, en uno de estos sermones, dijo:
«La observancia de la santificación del domingo, con las saludables prescripciones que exige, bastaría para hacer florecer sobre la tierra la más perfecta moralidad…»
«Oh desgraciado, quisiste trabajar cuando Dios ordenó descansar. Serás tratado eternamente según tu voluntad. En el lugar del descanso sin fin que la bondad divina te ha destinado, heredarás el trabajo eterno, el tormento eterno.»
Ante este panorama desolador, la pregunta que resuena en nuestros corazones es: ¿qué podemos hacer para revertir esta situación?
El cardenal Pie nos invita a actuar con determinación y esperanza, encendiendo la llama de la fe en nuestros corazones y proclamando los valores cristianos en la sociedad.
En medio de esta oscuridad, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús emerge como un faro de esperanza. Esta devoción nos invita a consagrar nuestras vidas a su Reino y a luchar por su realeza social.
Entregando nuestro corazón a Jesús, nos comprometemos a vivir según sus enseñanzas, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Trabajemos para que España se convierta, para que vuelva a ser una nación donde Cristo reine, no sólo en los hogares y en las conciencias individuales, sino también en las instituciones y en la vida pública.
Un pensamiento del cardenal Pie arroja un rayo de luz sobrenatural sobre el tema. Comentando las palabras de Ezequiel en 23,11: «No quiero que muráis, sino que os convirtáis y viváis», el cardenal de Poitiers dijo:
«Toda convulsión particular contribuye, más poderosamente de lo que se cree, a preparar y determinar la conversión general. El destino de todo un país está en manos de unos pocos hombres cuyo ejemplo se convierte en ley. Hoy, la conversión es una obligación y un deber de unos pocos, es decir, de aquellos que, por una superioridad de fortuna, de consideración, de inteligencia, de autoridad, se han convertido en los jefes de los pueblos que les rodean.»
El mismo Cardenal Pie subraya que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es esencial para la salvación individual, pero también está estrechamente vinculada a la realeza social de Cristo. Esta devoción no se limita sólo a los aspectos personales de la fe, sino que incluye también el deseo de que Cristo reine en todos los aspectos de la vida y de la sociedad.
Eso depende de todos y cada uno de nosotros.
Ignacio García Toledo
Foto: Imagen archivo privado «Reinaré en España»
