Por Javier Navascués
En esta ocasión compartiremos un fragmento de una entrevista que le realizó Javier Navascués al sacerdote de Valencia Raúl Rodríguez Azor, para infocatólica. En el siguiente diálogo, el padre explica porque la teoría de la reencarnación es totalmente falsa y herética.
¿Por qué está tan de moda en mucha gente la absurda y herética creencia en la reencarnación, llamada técnicamente metempsícosis?
Quiero creer que se debe al exotismo y el esnobismo de ver quién es más original. Es la actual sociedad del mercantilismo en todos los aspectos, incluyendo la transcendencia y la fe. Entonces algunos hacen la fe a su medida: esto de la fe cristiana me gusta, esto del budismo me viene bien, esto que me contaron del lejano hinduismo me encanta y uniendo todo lo que me gusta y rechazando exigencias, me creo mi religión a medida con mis caprichos, mis gustos y esperanzas, sin poner en duda nada, salvo si lo que se está creyendo y haciendo sincréticamente satisface sus ansias y caprichos, acallando sus sufrimientos o sus ganas de buscar sinceramente el sentido real, profundo y transcendente de la vida.
¿Hasta qué punto es grave y peligroso creer en ello?
En primer lugar, hay que entender que es la reencarnación. Pues la reencarnación se entiende como transmigración del alma, y es enseñada como el proceso de desencarnarse tras la muerte para incorporarse en un nuevo cuerpo y volver a una existencia terrenal en ese nuevo cuerpo. Es el paso a otras formas de existencia, y por supuesto, como cristianos, esta enseñanza no tiene cabida, ni podemos creer que esto sea una realidad plausible.
¿Cómo ha sido condenada esta aberrante doctrina por la Iglesia?
Tenemos que tener en cuenta que la reencarnación no es bíblica, las enseñanzas bíblicas se centran en la resurrección y la vida eterna. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan, Jesús afirma: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11, 25). Este enfoque en la resurrección difiere significativamente de la idea de la reencarnación, ya que promueve la esperanza en una vida futura después de la muerte física, en lugar de un ciclo continuo de nacimiento y renacimiento.
Por si quedaran dudas, las Escrituras son muy claras: “cada uno de nosotros vivimos una vez como seres mortales en la tierra, y una vez muertos nos presentamos ante el Juez de la Historia: Jesucristo” (Hebreos 9, 27). Este versículo es claro al sugerir que no hay ciclos repetidos de vida y muerte, como se entiende comúnmente en las falsas creencias de la reencarnación.
Las Escrituras indican tácitamente que al morir los creyentes tenemos dos destinos definitivos y eternos: estar con el Señor Jesús en el Cielo (2 Corintios 5, 8), y aquéllos que rechazaron el Evangelio de Cristo, van a un lugar de castigo. (Lucas 16, 19-31; 2 Pedro 2, 9).
¿Qué nos puede decir acerca del error de Orígenes en relación a ello?
Orígenes, influenciado por diferentes afirmaciones heterodoxas, parece enseñar algo sobre la reencarnación, pero no es así exactamente. Orígenes sostenía en su obra De Principiis (Peri Archon) que las almas existían antes de nacer y que Dios las creaba con libre albedrío. Aquellas que se alejaban de Dios caían en cuerpos materiales como parte de su proceso de purificación.
Sin embargo, Orígenes no enseñó la reencarnación en el sentido de que las almas pasan de un cuerpo a otro en múltiples vidas terrestres. Para él, la finalidad era la restauración de todas las cosas en Dios (apocatástasis), no un ciclo interminable de vidas humanas.
En el siglo VI, algunas ideas atribuidas a Orígenes fueron condenadas en el II Concilio de Constantinopla, incluyendo la preexistencia del alma y cualquier noción parecida a la reencarnación. La Iglesia reafirmó que cada alma es creada en el momento de la concepción y que la salvación o condenación es definitiva tras la muerte.
¿Qué dice el Catecismo al respecto?
El numeral 1013 es claro al afirmar que “La muerte es el fin del peregrinaje terrestre del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su destino último. Cuando ha terminado ‘el único curso de nuestra vida terrena’ (LG 48), no volveremos a otras vidas terrenas”.
Queda bien explícito que los seguidores de Cristo, en su Iglesia, creemos en la resurrección de los muertos y no en la reencarnación. No hay lugar a dudas y amparado en el triple fundamento de nuestra fe: Escritura y Tradición como hemos visto, y el Magisterio, como es este punto del Catecismo y el II Concilio de Constantinopla.
Y se pone en peligro la salud de nuestra alma y nuestra salvación…
Por supuesto que sí, y de múltiples formas y diversas razones.
En primer lugar, la reencarnación no es justa, podríamos preguntarnos ¿por qué las personas serían castigadas a reencarnarse por algo que no recuerdan haber hecho en una vida anterior?
Una segunda objeción a tener en cuenta es que la reencarnación no funciona. Pues, si según esta “enseñanza” el karma libera progresivamente a la humanidad de sus deseos egoístas, ¿por qué la naturaleza humana no ha mejorado notablemente después de todos los siglos de historia y “reencarnaciones”?
Otro punto a tener en cuenta, es la pasividad social y humana, dado que la reencarnación hace que nos volvamos socialmente pasivos, puesto que se enseña que no debemos interferir con el “mal karma” o las malas circunstancias de los demás. Interferir en sus malas circunstancias traerá más mal karma para ellos y para nosotros, algo totalmente anticristiano: ¿Dónde queda mi prójimo? ¿Dónde el encargo del mandato del Amor entregado por Cristo a su Iglesia?
Fuente: https://www.infocatolica.com/blog/caballeropilar.php/2501301009-p-raul-rodriguez-la-creencia
Foto: Wheel of Reincarnation. G41rn8, CC BY-SA 4.0 via Wikimedia Commons
