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La misteriosa profecía del beato Bernardo de Hoyos y su impacto en España

La profecía del Beato Hoyos para España: ¿se cumplió o fue rechazada?

Compartiremos una reflexión que nos llena de profunda esperanza sobre las profecías del Beato Bernardo de Hoyos para España.

El 14 de mayo de 1733, el Padre Bernardo de Hoyos recibió una revelación extraordinaria del Sagrado Corazón. Imagínate por un momento la intensidad de ese instante, cuando escuchó estas palabras:

«Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes».

¡Qué promesa tan increíble! Esta «Gran Promesa» se ha convertido en una piedra angular de nuestra devoción y en una fuente de inspiración para generaciones de católicos españoles.

En el siglo XVIII, esta promesa significaba que la devoción al Sagrado Corazón se extendería y triunfaría en España. Y así fue. A mediados de ese siglo, la devoción al Sagrado Corazón estaba profundamente arraigada en nuestra nación. Se podría decir que el Sagrado Corazón realmente reinaba en España, tan extendida y fervorosa era esta devoción.

Sin embargo, en los años veinte y treinta del siglo XX, el «Reinaré en España» fue entendido de una manera diferente. Se interpretó como una llamada a la recristianización de la sociedad española, un retorno a los ideales católicos que habían definido nuestra identidad nacional.

Durante este periodo, la devoción al Sagrado Corazón estaba íntimamente ligada a un fuerte sentido de patriotismo. Fe y patriotismo iban de la mano, y muchos veían en esta devoción una esperanza de renovación espiritual y social.

En 1919, el Rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón en una ceremonia solemne en el Cerro de los Ángeles. Este acto suscitó grandes expectativas entre los católicos. Se veía como el cumplimiento de la «Gran Promesa».

Sin embargo, no todos pensaban que simplemente con monumentos y actos solemnes se lograría el reinado del Amor de Cristo en España. El P. Vilariño, un jesuita muy influyente en aquella época advertía que no bastaba con proclamaciones oficiales.

Decía que «no te duermas en la almohada de la confianza, que es la almohada de los desengaños».

Aquella consagración de España debía ser un punto de partida, un pistoletazo de salida. Para que el Amor de Cristo reine en los corazones de los hombres, en las familias españolas, en las inteligencias de los sabios, en las cátedras, en las letras, en las leyes y en todas las instituciones patrias, era necesario un trabajo constante y profundo.

La fe cristiana debía arraigar en todas las esferas de la vida personal y social, no quedarse en meras manifestaciones exteriores o triunfalistas.

Lamentablemente, quienes ignoraron estas advertencias y se durmieron «en la almohada de los desengaños» tuvieron un despertar abrupto en 1931 con la llegada de la II República y su laicismo radical.

Esta situación ya había sucedido varias veces en la historia española, pero esta vez fue más evidente el contraste entre la idea romántica de una España oficialmente católica y la realidad de grandes masas descristianizadas.

Para conseguir una presencia real del catolicismo en la sociedad, no había que esperar demasiado en las «protecciones o coacciones del Estado». Más bien, era necesario un apostolado persistente, metódico, comprensivo, que no se permitiera treguas ni descansos.

Este es el mensaje permanente de la «Gran Promesa», válido también para nuestra época. Para que el Amor de Cristo reine en España, primero debe reinar en la vida personal de cada hombre y mujer católica. Luego, como consecuencia de una acción evangelizadora constante y llena de esperanza, debemos llevar ese Amor a los demás y a toda la sociedad española.

En este contexto, quiero destacar la importancia de la devoción al Sagrado Corazón y cómo puede ser un faro de esperanza y guía en estos tiempos turbulentos.

La consagración personal y familiar al Sagrado Corazón es un acto de entrega total a Cristo. Declaramos su soberanía sobre nuestra vida y permitimos que su amor reine en nuestros corazones. Esta devoción no es solo un acto privado, sino una declaración pública de nuestra fe y nuestro compromiso con Cristo.

Recordemos también el papel crucial que ha jugado la devoción al Sagrado Corazón en momentos de crisis. Durante la peste que azotó Marsella en 1720, los fieles se volcaron en oración al Sagrado Corazón y encontraron en Él refugio y protección. Esta devoción se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia para muchos católicos en tiempos de adversidad.

Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar ese fervor y esa determinación.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos impulsa a actuar, a ser testigos valientes de nuestra fe. Debemos llevar el amor de Cristo a todos los rincones de nuestra sociedad, empezando por nuestros propios corazones y hogares.

La promesa del Sagrado Corazón es clara: «Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre inscrito para siempre en Mi Corazón.» ¡Qué promesa tan maravillosa! Esta promesa significa recibir las gracias necesarias para la salvación eterna.

Y para añadir un punto de reflexión, recordemos las palabras de Santa Teresa de Jesús: «Dios no se muda, y si nosotros nos separamos de Él, no pensemos que permaneceremos sin castigo». Santa Teresa nos recuerda que el alejamiento de nuestra fe y devoción trae consigo consecuencias espirituales. Es una llamada a mantenernos firmes y fervorosos en nuestra fe.

No dejes que el ateísmo fluido y práctico denunciado por el Cardenal Sarah te adormezca. Es el momento de levantarte y defender tu fe con coraje y determinación.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=oGD_1x7EX9U

Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Beato_Bernardo_de_Hoyos.jpg

Iglesia en Valladolid, CC BY-SA 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0>, undefined

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