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La Eucaristía: puente de amor entre la tierra y el cielo

¿Has pensado alguna vez que cada vez que comulgas puedes aliviar el sufrimiento de un alma del purgatorio?

Sí, tú puedes hacerlo. En cada comunión, Jesús mismo se une a ti, y esa unión tiene una fuerza que atraviesa el tiempo y el espacio.

Cuando recibes la Eucaristía —sacramental o espiritualmente— Cristo vive en ti. Su vida circula por tu alma, y tus oraciones se vuelven eco de su propio Corazón. Él intercede en ti, con su amor y su sacrificio, ante el Padre.

Por eso, cuando ofreces tus comuniones por las almas del purgatorio, no eres tú quien pide: es Jesús, desde dentro de ti, quien suplica por ellas.

Las almas del purgatorio ya no pueden participar del banquete eucarístico. Esperan, con un anhelo ardiente, que nosotros ofrezcamos por ellas los frutos de cada misa, de cada comunión recibida con amor.

Cada vez que te acercas al altar con fe, una luz invisible atraviesa ese misterio y desciende hasta las almas que se purifican. Es como si una gota de la Sangre de Cristo viva en ti, cayera sobre sus heridas y las refrescara con misericordia.

Y si no puedes comulgar sacramentalmente, la Iglesia te ofrece un medio igual de poderoso: la comunión espiritual.

Consiste en desear ardientemente recibir a Jesús y abrirle el corazón con amor. San Alfonso de Ligorio decía que una comunión espiritual fervorosa puede producir tantos frutos —o más— que una comunión sacramental hecha sin devoción.

Puedes hacerla en cualquier momento, en casa, en el trabajo, incluso en medio del silencio de la noche: “Señor Jesús, te deseo y me uno a Ti. Concede el descanso eterno a las almas del purgatorio. Que descansen en paz.”

Aquí tienes varias opciones de frases para introducir la historieta dentro del artículo, según el tono que quieras lograr.

A veces, las verdades más profundas de la fe se entienden mejor cuando toman rostro humano. Esta historia, sencilla y luminosa, nos muestra cómo la Eucaristía puede convertirse en un lazo real entre la tierra y el cielo.

Pero nada explica mejor este misterio que la experiencia de quienes lo han vivido. Escucha esta historia verdadera: una homilía, una pérdida, una comunión… y una certeza que traspasa la muerte.

Un domingo, en una iglesia llena, el tema de la homilía era el purgatorio. Al final, el joven sacerdote que predicaba dejó a un lado sus notas. Su voz temblaba apenas, pero lo que dijo quedó grabado en todos los corazones.

Contó que su padre había muerto pocos días antes, lejos de él. No había podido despedirse, ni cerrar sus ojos. Aquella ausencia lo había desgarrado.

“Solo me queda la certeza —dijo— de que la oración puede cruzar cualquier distancia. Les pido: únanse a mí, oremos juntos por el alma de mi padre.”

El silencio que siguió fue más elocuente que las palabras. En ese instante, todos comprendieron que la caridad comienza allí: en cargar, entre muchos, el peso de un alma que espera.

A la mañana siguiente, el sacerdote celebró la misa de requiem. Al elevar la hostia, sintió en su corazón una certeza: su padre no estaba perdido.

Era como si, más allá del velo, el dolor del purgatorio se fundiera con la luz que brota de cada consagración.

Al bajar el cáliz, murmuró con fe: “Sí, es una obra santa y saludable orar por los muertos.” Y levantando los ojos al crucifijo, añadió: “El purgatorio… ¡Qué prodigio de la Misericordia de Dios!”

Desde entonces, sus feligreses recuerdan su testimonio como una lección viva: cuando la oración sube desde la tierra, la misericordia desciende del cielo.

Cada misa tiene un poder infinito. En cada Eucaristía, Cristo mismo se ofrece al Padre por nosotros y por todas las almas, incluidas las del purgatorio.

La Iglesia enseña que en cada misa, algunas almas son liberadas y entran en la gloria. Es un misterio de amor que no podemos ignorar.

Cuando asistas a misa, no estés como un espectador. Únete interiormente al sacrificio de Cristo. Ofrece tu comunión —sacramental o espiritual— por tus seres queridos fallecidos.

Pide por ellos durante el Memento de los difuntos. Menciona sus nombres en tu corazón. Diles : “Hoy comulgo por ti, para que pronto veas el rostro de Dios.”

No hay tesoro más grande ni amor más real.

Cada comunión ofrecida con fe se convierte en un rayo de luz que atraviesa el purgatorio.Y cuando esas almas lleguen al cielo, recordarán tu nombre ante el trono de Dios.

Forma parte de una comunidad que reza y ofrece misas por las almas necesitadas.

Te invitamos a unirte al Oratorio para las Pobres Almas del Purgatorio:

Oratorio Virtual por las Almas del Purgatorio – España

Cada día, juntos, encendemos una llama de amor que alivia, consuela y abre las puertas del Cielo.

Fuente: “Un mes con nuestros amigos: las almas del Purgatorio? Conocerlas, rezarles, liberarlas.” Padre Martin Berlioux

Foto: Brunn Pfarrkirche, Prozessionsfahne, Wolfgang Sauber, CC BY-SA 4.0 via Wikimedia Commons.

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