No es fácil escribir estas líneas. Y menos aún leerlas. Pero hay momentos en que el amor por nuestra patria y por nuestra fe nos obliga a mirar de frente la realidad, por dura que sea.
Según el último informe del Pew Research Center, España —sí, nuestra España— encabeza la lista mundial del abandono del cristianismo. Nada menos que un 35 % de los españoles adultos dice haber sido criado en la fe cristiana… pero ya no se identifica con ella.
¿Puedes imaginarlo? Más de uno de cada tres ha dejado atrás lo que fue su herencia más sagrada: la fe que dio sentido a la vida de nuestros padres y abuelos, que forjó nuestras catedrales, nuestras fiestas, nuestro modo de ser y de morir. ¡La fe que hizo grande a España!
¿Dónde quedó aquella nación que enviaba misioneros a los confines del mundo? ¿Qué fue del pueblo que coronó a la Virgen como Reina y que gritaba “¡Viva Cristo Rey!” con el rosario en la mano y el corazón en alto?
Mientras países como India, Nigeria o Filipinas mantienen firmemente la religión de su infancia, en España —la tierra de Santiago, de Teresa de Jesús, de los mártires de la persecución— parece que hemos olvidado quiénes somos.
¿Y sabes qué es lo más doloroso? Que la mayoría de quienes abandonan la fe no lo hacen por convicciones profundas o argumentos sólidos. Lo hacen porque la secularización les ha dormido el alma. Porque un mundo sin Dios les ha convencido de que la comodidad, la tecnología o el éxito personal valen más que la verdad eterna.
Pero tú y yo sabemos que no es así. Tú y yo sabemos que sin Dios no hay futuro, y que sin fe, España no es España.
Ahora bien… si esto te duele, si esto te remueve por dentro, entonces es que todavía hay esperanza. Porque los hijos fieles de la verdadera España no van a quedarse de brazos cruzados mientras se apaga la llama de nuestra fe.
Este es el momento de levantarse. De rezar, de dar testimonio, de enseñar a nuestros hijos el valor de una Misa, de un rosario, de un crucifijo en el pecho. De hacer que el nombre de Cristo vuelva a sonar en nuestras plazas, en nuestras familias, en nuestra historia.
España se está alejando de Dios. Pero todavía no todo está perdido. Si la apostasía clama al Cielo, también puede clamar nuestra oración, nuestra penitencia, nuestro testimonio. Ahora es el momento de actuar. De ponernos de rodillas, como lo hicieron nuestros mayores, y suplicar al Cielo por la conversión de nuestra patria.
España necesita volver a Dios. Y para eso, Dios te necesita a ti. No bastan los análisis, ni las quejas. Hace falta fe viva, amor ardiente y entrega generosa. Hace falta que los hijos fieles de la España católica se levanten y digan: “¡Señor, cuenta conmigo! ¡Aquí estoy para defender tu honor y tu Reino!”
Pidamos a la Virgen del Pilar, Reina de España, que nos sostenga en esta lucha espiritual.
Y que por su intercesión, España vuelva a ser lo que fue: Tierra de María, luz de la Cristiandad.
Diego Delso, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons
