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El purgatorio: una verdad de fe que Dios nos revela con amor

—Dime, ¿recuerdas tus clases de religión en la infancia? ¿Recuerdas cuando el sacerdote o el catequista hablaban de las verdades eternas: la muerte, el juicio, el infierno, el purgatorio y el paraíso?

—Sí, lo recuerdo… aunque hoy, ¡quién habla ya de eso!

—¡Y sin embargo son decisivas para la salvación de las almas! ¿Cómo se puede predicar un Evangelio mutilado, sin hablar de esas realidades tremendas y luminosas a la vez? Precisamente el Padre Martin Berlioux, párroco humilde de Grenoble en el siglo XIX, se atrevió a recordarlo con valentía, cuando ya en su tiempo muchos callaban.

Él proclamaba con fuerza: “El purgatorio no es una opinión piadosa, es un dogma de fe. Estamos obligados a creerlo y confesarlo, bajo pena de anatema”.

—¿Pero dónde enseña eso la Sagrada Escritura?

—El Padre Berlioux lo explica con claridad. El Antiguo Testamento nos dice: “Es un pensamiento santo y saludable orar por los muertos, para que sean liberados de sus pecados”. Los judíos estaban tan convencidos de esta verdad que, antes de cada comida, el padre de familia rezaba por los difuntos.

—¿Y Nuestro Señor habló del purgatorio?

—Sí, con palabras de fuego: “Arregla tus cuentas con tu adversario mientras estás en vida; si no, él te entregará al juez, y el juez al ministro, que te meterá en la cárcel, de donde no saldrás hasta que pagues el último céntimo” (Mt 5, 25-26).

San Agustín —recuerda Berlioux— comenta que el adversario es Dios, justo e irreconciliable con el pecado; el juez es Cristo, Señor de vivos y muertos; y esa cárcel terrible es el purgatorio, de donde el alma no sale hasta quedar pura como el cristal.

—¿Y Cristo mismo dio ejemplo de ello?

—Sí. Tras su muerte, descendió al limbo de los justos, donde estaban retenidas las almas santas desde Adán, y las condujo a la gloria del Cielo ya abierto para siempre. Fue la primera liberación del purgatorio, hecha por el mismo Redentor.

—Entonces, ¿qué nos toca hacer a nosotros?

—Lo que gritaba el Padre Berlioux con la fe de un cruzado: “¡Dios mío, creo en el purgatorio! Adoro tu justicia, incluso en sus rigores. Y amo tu misericordia, que da a las almas la posibilidad de purificarse y alcanzar la gloria eterna”.

España, ¿quieres de nuevo las bendiciones de Dios? Entonces sé valiente. No basta con recuerdos gloriosos de tu pasado católico; es necesario cumplir con firmeza los Mandamientos de Dios y acoger íntegramente las enseñanzas de nuestra Santa Madre la Iglesia.

San Agustín, gigante de la fe, lo comprendió con dolor y con lágrimas. Cuando murió su madre, santa Mónica, escribió aquella oración ardiente en la que pedía a Dios que tuviera misericordia de ella en el momento de presentarse al juicio divino. Y decía con humildad: “Maldito el hombre, por muy loable que sea su vida, si Tú, Señor, lo juzgas sin misericordia. … «Que vuestra Misericordia prevalezca sobre vuestra Justicia, puesto que vuestra Palabra es verdadera, y habéis prometido Misericordia a quienes hayan sido misericordiosos. Así sea.»

Él sabía lo que hoy tantos olvidan: que nadie entra en el Cielo sin pasar por la purificación, ya sea en la tierra con la penitencia, o después de la muerte en el purgatorio.

¡Qué lección para nosotros! Si los santos temblaban ante las verdades eternas —la muerte, el juicio, el infierno, el purgatorio y el paraíso—, ¿cómo podremos nosotros vivir como si no existieran?

España, en otros tiempos iluminaste a toda la cristiandad con el fulgor de tu fe y con el sacrificio glorioso de tus mártires. Hoy, sin embargo, el mundo te mira y encuentra en ti tristes ejemplos de apostasía, tibieza e inmoralidad.

Pero si en tus iglesias se escuchara nuevamente la voz clara y enérgica que proclama las verdades eternas; si tus sacerdotes recordaran al pueblo que hemos nacido no para esta vida pasajera, sino para la eternidad… ¿acaso no volveríamos a contemplar conversiones profundas, lágrimas sinceras de contrición y almas reconciliadas con Dios?

Por eso te digo: recuerda a tus muertos, reza por ellos, auxilia a las almas del purgatorio… y saldrás de la apostasía.

Únete al Oratorio de las Pobres Almas del Purgatorio.

Oratorio Virtual por las Almas del Purgatorio – España

Porque quien ayuda a las almas olvidadas, encontrará en el día de su juicio la ayuda poderosa de esas mismas almas, agradecidas por toda la eternidad.

Fuentes: Padre Martin Berlioux, Un mes con las almas del purgatorio y Aleteia.org, Quand saint Augustin dit “À Dieu” à sa mère.

Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_Virgen_del_Carmen_intercediendo_por_las_almas_del_Purgatorio.jpg

Francisco de Goya, Public domain, via Wikimedia Commons

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