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El purgatorio ¿un castigo o una bendición?

Hoy hablaré de algo que quizá te incomode o hasta te cause temor. Hablamos poco de esto, pero es crucial para tu fe: el purgatorio. ¿Debes temerlo? ¿Es simplemente un castigo o es, en realidad, una bendición que Dios te otorga por su infinita misericordia?

Mi deseo es que comprendas que el purgatorio no es solo un lugar de sufrimiento, sino un espacio de consuelo, donde Dios te purificará con su amor.

Comenzaré hablando de Santa Catalina de Génova, una mujer que experimentó una transformación profunda en su vida y nos dejó lecciones impresionantes sobre el purgatorio. Santa Catalina nació en 1447. Hija de un virrey de Nápoles, su familia, fértil en grandes hombres, había dado a la Iglesia dos Papas, nueve cardenales y dos arzobispos.

Desde joven, tenía un deseo ardiente de consagrarse a Dios. Pero sus padres la forzaron a casarse con Giuliano Adorno, un hombre violento e infiel.

Catalina vivió años de tristeza, perdida en los placeres del mundo e intentando llenar un vacío que ni ella misma comprendía. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Ese momento en el que buscas algo más y no lo encuentras?

Santa Catalina estaba así, hasta que su hermana Limbania, monja de Nuestra Señora de las Gracias, le dio un consejo sencillo pero poderoso: «Confiesa tus pecados y vuelve a Dios«.

Esa simple invitación la llevó a una experiencia extraordinaria: tuvo una visión en la que vio la enormidad de sus pecados, pero también fue abrazada por el amor misericordioso de Dios. Desde ese momento, su vida cambió. Abandonó los placeres mundanos y se dedicó completamente a los pobres y enfermos. Catalina se convirtió en un ejemplo vivo de penitencia, dedicando sus días a cuidar a los necesitados en los hospitales de Génova.

¿Cuántos de nosotros necesitamos escuchar esa misma llamada? «Confiesa tus pecados y vuelve a Dios«. Hoy en día, más que nunca, nuestra sociedad necesita volver a Dios.

Estamos perdiendo de vista las verdades fundamentales de nuestra fe, y sin ellas, España seguirá en un camino de decadencia espiritual.

Si no recuperamos estas verdades, como la del dogma del purgatorio, ¿cómo podremos restaurar la fe y el Reino de Cristo en nuestra tierra?

En ese contexto de conversión, Santa Catalina comenzó a recibir visiones sobre el purgatorio, que le ayudaron a comprender mejor este lugar tan desconocido. Santa Catalina nos enseña que el purgatorio es un lugar de expiación, donde las almas sufren para purificarse de las manchas del pecado. Pero también es un lugar de consolación.

Cuando el alma se separa del cuerpo, inmediatamente reconoce sus imperfecciones y siente el peso del pecado. Pero aquí está lo más impresionante: las almas desean entrar en el purgatorio, anhelan purificarse porque saben que, al hacerlo, estarán preparadas para contemplar la gloria de Dios.

Imagínate un alma que, aunque sufre en el purgatorio, al mismo tiempo experimenta una alegría inmensa, porque cada momento de dolor la acerca más a Dios. Catalina describe este proceso de purificación como algo doloroso, pero lleno de esperanza. Es como si, con cada paso que da, el alma se acercara más y más a la luz divina.

Entonces, ¿Es el purgatorio un castigo o una bendición?

Y la respuesta, querido amigo del Sagrado Corazón de Jesús, es que es ambas cosas. El purgatorio es, sin duda, un lugar de expiación, donde pagas el precio de tus pecados no confesados o cuyas consecuencias aún necesitan ser purificadas. Te recuerda la justicia divina, que ningún pecado puede quedar impune ante Dios. Y ¡cómo ha olvidado esta verdad nuestra sociedad moderna! Si no volvemos a difundir esta enseñanza, la fe seguirá perdiéndose en nuestro querido país.

Pero, al mismo tiempo, el purgatorio es una bendición.

Es una prueba del amor misericordioso de Dios, que te da la oportunidad de purificarte para poder estar con Él. Piénsalo: Dios te ama tanto que te ofrece este tiempo de purificación para que seas digno de entrar en su presencia. Si más gente entendiera esto, si todos los católicos amaran las verdades del dogma del purgatorio, si supieran que el purgatorio es una etapa en el camino hacia el cielo, muchas almas se convertirían.

Es necesario volver a conocer y amar esta verdad. Y por eso podemos y debemos, amar el purgatorio. Es el camino que lleva al cielo, donde verás a Dios cara a cara, en toda pureza y amor.

Dios no nos abandona, incluso después de la muerte, sino que nos da la oportunidad de purificarte y estar con Él por toda la eternidad.
Aquí es donde tenemos una responsabilidad. Debemos rezar por las almas del purgatorio. Es un deber de justicia y caridad.

Tus seres queridos, tus amigos, tal vez incluso tus padres o abuelos, están allí, abandonados, esperando tus oraciones. No pueden rezar por sí mismos, pero tú puedes interceder por ellos.

Cada oración, cada sacrificio que ofreces por esas almas acelera su proceso de purificación. ¿Y qué acto más misericordioso puedes hacer que ayudar a un alma a encontrar su paz definitiva en Dios?

Santa Catalina nos recuerda la importancia de esta intercesión. Y no debemos olvidarlo: las almas del purgatorio ya son santas, ya están salvadas, pero todavía tienen que pagar su deuda con la justicia divina. Esperan tus oraciones para poder entrar por fin en el cielo.

Al reflexionar sobre el purgatorio, no puedes dejar de pensar en la contrición. Santa Catalina de Génova nos muestra que la verdadera contrición está llena de paz y esperanza.

Es dolor por el pecado, pero al mismo tiempo confianza en la misericordia de Dios. Así como las almas del purgatorio sufren, pero saben que están cada vez más cerca de Dios, también tú puedes experimentar esta paz interior cuando te vuelves a Dios con un corazón arrepentido.

El purgatorio no es un lugar de desesperación, sino de esperanza. Nos enseña que el sufrimiento tiene una finalidad, que el dolor puede conducirnos a la perfección espiritual. Sin esta comprensión, nuestras almas están perdidas. E, insisto, si no rescatamos estas verdades, nuestra sociedad seguirá por el camino de la decadencia, con la perdición eterna de muchas almas. ¡Hay que evitarlo!

Del mismo modo que Santa Catalina abrazó la penitencia y el servicio a los enfermos como forma de expiar sus pecados, también tú puedes, con tus acciones y oraciones, prepararte para el día en que te presentarás ante Dios.

Ahora, los invito a dar un paso concreto en la fe. Reza por las almas del purgatorio. Ofrece tus oraciones y sacrificios por los difuntos que se purifican para ver a Dios.

Recuerda otra verdad enseñada por la Iglesia sobre el purgatorio: todas las personas pasarán por el purgatorio. El Santo Cura de Ars escribía en 1859: “Por lo que se refiere al purgatorio, todos pasarán por él y todos deben temerlo. Por tanto, es necesario rezar por mí después de mi muerte”.

Por último, no olvides llevar a tu casa la bendición del Sagrado Corazón de Jesús. Exhibe y venera la imagen del Sagrado Corazón en un lugar destacado de tu casa. Tal como Nuestro Señor prometió a Santa Margarita María Alacoque, Él derramará sus bendiciones sobre los hogares que honren a Su Sagrado Corazón.

Que Dios te bendiga a ti y a tu familia. Que Santa Catalina de Génova interceda por nosotros y te ayude a amar el purgatorio, ese lugar de purificación y esperanza, donde el dolor y la alegría se encuentran para prepararte a la gloria eterna.

Ignacio García Toledo

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=X5nIi-vLzhs

Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Santa_Caterina_Fieschi_Adorno-dipinto_Giovanni_Agostino_Ratti.jpg?uselang=es#globalusage

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