Uno de los caminos más eficaces para evitar el purgatorio es mantener viva en nuestra mente su realidad.
Pensar en el purgatorio es recordar que todos, tarde o temprano, nos presentaremos ante Dios.
Como dice la Sagrada Escritura: “Recuerda tu fin, y no pecarás”
Esta verdad no busca asustarnos, sino invitarnos a reflexionar con humildad sobre nuestra vida, nuestras decisiones, y sobre el amor que damos —o no damos— a Dios y a los demás.
Lejos de infundir miedo, este pensamiento debería llenarnos de esperanza y motivarnos a vivir con mayor generosidad.
Contemplar las penas del purgatorio nos anima a empezar a reparar desde ahora, con confianza y amor, lo que nuestras faltas han causado.
¿No es mejor hacer penitencia con paz y libertad hoy, que sufrir dolorosamente mañana?
Con la gracia de Dios y un corazón sincero, podemos avanzar hacia la santidad y evitar purificaciones dolorosas.
¡Cuántas faltas pequeñas evitaríamos si tuviéramos siempre presente esta realidad!
¡Cuánto creceríamos en virtud, si pensáramos más en nuestro destino eterno!
Este pensamiento constante nos impulsa a caminar con fe, esperanza y alegría, hasta el día en que, purificados y enriquecidos con buenas obras, entremos directamente en la gloria del Cielo.
Pero aún hay un medio más poderoso para acortar —o incluso evitar— el purgatorio:
rezar por las almas que ya están allí.
Los Padres y Doctores de la Iglesia han enseñado con fuerza que quien se entrega a ayudar a las almas del purgatorio recibe gracias inmensas a cambio.
Dios no se deja ganar en generosidad.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”
Orar por las almas del purgatorio no solo es un acto de amor, sino también una forma de asegurar para nosotros mismos un poderoso auxilio en la hora de la muerte.
Esas almas agradecidas no nos olvidarán.
Intercederán por nosotros, nos acompañarán en el juicio, y nos alcanzarán la gracia de una muerte santa.
San Agustín decía: “No recuerdo haber leído jamás que quien reza con gusto por los difuntos haya tenido una mala o dudosa muerte”
¡Qué consuelo tan profundo saber que aquellos a quienes ayudamos serán nuestros intercesores cuando más lo necesitemos!
Es el mismo consejo que nos da el Evangelio: “Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando os falten, os reciban en las moradas eternas”
Nuestros hermanos difuntos nos necesitan hoy. Y mañana serán ellos quienes nos abran las puertas del Paraíso.
Liberémoslos del purgatorio… y ellos nos ayudarán a no caer allí.
Una esperanza maravillosa que Dios pone al alcance de cada uno de nosotros.
Únete hoy al Oratorio de Almas del Purgatorio y convierte tu oración en un acto de amor que traspasa el tiempo y la eternidad.
¡Ellos te necesitan… y un día tú también agradecerás que alguien haya rezado por ti!
Imagen: Brooklyn Museum, Public domain, via Wikimedia Commons
