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¿El purgatorio? Sí, es un dogma… y sí, todavía existen los dogmas

Quisiera hablarte de un sacerdote que quizá hoy pocos conocen, pero que merece ser redescubierto por todos los que aman la verdad católica vivida con fervor y sin concesiones: el padre Martin Berlioux, humilde párroco de Grenoble en el siglo XIX, y gran apóstol de las almas del purgatorio.

Este buen sacerdote dedicó parte de su vida a hablar de un tema que, por desgracia, hoy casi nadie toca desde el púlpito: el purgatorio.

En su libro Mes de las almas del purgatorio, publicado con la aprobación de su obispo de Grenoble el 30 de septiembre de 1880, el padre Berlioux recopila textos, testimonios, oraciones y enseñanzas sobre este misterio de misericordia y justicia. Y lo hace con un estilo directo, piadoso y profundamente católico.

Hoy vamos a recordar uno de los puntos esenciales de esa enseñanza. Y aquí viene lo provocador: ¿Sabías que el purgatorio no es una opción? ¡Es un dogma!

Sí, has leído bien. Un dogma. ¿Eso todavía existe?, te preguntarás. Pues sí. Aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado.

Vivimos tiempos extraños. En lugar de creer en una verdad revelada, muchos creen que cada uno puede tener “su propia verdad”. Y en el fondo… ¿por qué no su propia religión también? Como en el supermercado: unos toman del estante lo que les gusta —un poco de yoga, algo de energía positiva, una estampita de algún santo, dos gotas de New Age y nada de culpa—. Resultado: una fe a la carta, sin cruz, sin dogmas, sin purgatorio.

Pero la Iglesia, madre y maestra, no ha cambiado su enseñanza. Aunque muchos la hayan olvidado, el purgatorio sigue siendo un dogma de fe. ¡Y negar su existencia es herejía!

Hablemos claro. Preguntas que debes hacerte (y que el padre Berlioux responde): ¿El purgatorio es solo una creencia piadosa?

No. El purgatorio no es una devoción opcional para quienes «quieren creer». Es un dogma de fe formalmente definido. Estamos obligados a profesarlo so pena de anatema.

  • ¿La Biblia habla del purgatorio? Sí. En el Antiguo Testamento leemos: “Es un pensamiento santo y saludable orar por los muertos, para que sean liberados de sus pecados” (2 Macabeos 12, 46).
    Esta frase  fue suficiente para que los judíos incluyeran en su liturgia una oración diaria por los difuntos. El padre de familia, antes de cada comida, rezaba por la liberación de las almas de los muertos.
  • ¿Jesucristo mismo enseñó esta verdad? Sí. Jesús dijo: “Arregla tus cuentas con tu adversario mientras vivas. Si no, te entregará al juez, y el juez al ministro, que te meterá en la cárcel. No saldrás hasta que hayas pagado tu deuda hasta el último céntimo.” (Mateo 5, 25-26)
  • ¿Y qué dice san Agustín? Que el adversario es Dios, que no puede reconciliarse con el pecado. El juez es Cristo, juez de vivos y muertos. Y la cárcel… sí, es el purgatorio. Una prisión espiritual de la cual no se sale hasta que se haya satisfecho plenamente a la justicia divina.
  • ¿Jesús dio algún ejemplo del purgatorio? Sí. Después de su muerte, descendió al limbo de los justos, donde estaban las almas santas que esperaban la redención desde Adán. No era el infierno, ni el cielo. Era una espera purificadora. Y de allí las condujo al cielo abierto por Su sacrificio.

*  *  *

En resumen, querido lector: El purgatorio no es una invención humana para consolar viudas tristes, ni un cuento medieval. Es una verdad revelada, un acto de justicia y, al mismo tiempo, una maravilla de la misericordia de Dios.

El padre Berlioux no hacía concesiones al espíritu del mundo. Y tú, ¿te atreves a creer como él?  Si has llegado hasta aquí, si has leído estas líneas con el corazón atento, quizás algo en ti se ha removido. Tal vez has recordado a un ser querido. Tal vez has pensado en tu propia alma.

No temas. El purgatorio no es un lugar de desesperación, sino de esperanza. Es la puerta donde Dios nos purifica con amor antes de abrazarnos definitivamente.

Por eso, con las mismas palabras que el padre Berlioux escribió hace más de un siglo, te invito a repetir esta oración sencilla, pero llena de fe: “Dios mío, creo en el purgatorio. Adoro tu Justicia, incluso en sus rigores. Amén”.

*  *  *

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Foto: Francisco de Goya, Public domain, via Wikimedia Commons

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