El 8 de diciembre de 2024, fiesta de la Inmaculada Concepción, la catedral de Notre-Dame de París reabrió sus puertas al mundo. Tras cinco años de duro trabajo, después del devastador incendio del 15 de abril de 2019, la catedral volvió a brillar como símbolo de fe y esperanza.
Dios ha dado a Francia la vocación de ser una luz para la cristiandad. De su tierra han surgido las catedrales más sublimes, las misiones más audaces y los santos más brillantes. Esta misión, como la catedral, no puede ser destruida. Fue construida por primera vez en 1163 y se necesitaron casi dos siglos para terminarla. Era un templo construido para la gloria de Dios.
Cada detalle de Notre-Dame, cuenta la historia de nuestra fe. Es una “Biblia de piedra”, construida para enseñar los Evangelios a quienes no sabían leer. Durante casi 900 años, Notre-Dame se ha enfrentado a guerras, revoluciones, tormentas. Durante la Revolución Francesa, fue saqueada, profanada y utilizada como almacén. Pero permaneció en pie.
En el siglo XIX, fue el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, que vivió entre 1814 y 1879, quien dio nueva vida a Notre-Dame. La Restauró y le añadió esa majestuosa flecha que se convirtió en su símbolo.
Y entonces llegó el incendio de 2019. Era una llamada, Dios nos estaba diciendo algo. Al igual que Notre-Dame ha sobrevivido, la Iglesia también puede sobrevivir. Incluso en medio de crisis, persecuciones, divisiones internas, la Iglesia permanece. Notre-Dame ha sido restaurada, la flecha se ha vuelto a erigir, más hermosa que nunca, apuntando al cielo como un dedo que nos recuerda de dónde venimos y adónde vamos.
También nosotros podemos ser “catedrales vivientes”. Cada uno de nosotros puede ser un templo para Dios. Y como Notre Dame, podemos enfrentarnos a incendios, caídas y crisis. Pero si somos firmes en nuestra fe, si confiamos en la gracia divina, podemos volver a ponernos en pie.
Roland Bechmann en su libro “Les Racines des Cathédrales”, muestra cómo estas obras son mucho más que estructuras de piedra. Son enigmas que desafían la ciencia, la lógica e incluso nuestra comprensión moderna.
Por ejemplo, dice que si hoy intentáramos construir una catedral gótica con los mismos recursos que ellos tenían, no podríamos. Es más, incluso con toda la tecnología que tenemos, nuestros cálculos probablemente mostrarían que esas catedrales “no deberían estar en pie”. Pero lo están.
Esos monjes, albañiles, arquitectos eran hombres sencillos, a menudo rudos. Y, sin embargo, crearon obras que aún hoy no podemos comprender del todo. Eran instrumentos de la gloria de Dios, y sus obras son prueba de ello.
Al igual que los constructores medievales, nosotros también podemos ser instrumentos de la gracia divina. También nosotros podemos construir algo que apunte al cielo.
Y Notre-Dame, restaurada tras el incendio, es un poderoso recordatorio de ello. Nos dice que, incluso en las ruinas, Dios puede aportar algo nuevo y glorioso. Nos llama a renovar nuestra fe, nuestro valor, nuestra determinación.
En conclusión, Notre-Dame restaurada es más que una catedral reconstruida. Es un símbolo de lo que Dios puede hacer en nuestras vidas. Si puede salvar Notre-Dame, puede salvarte a ti. Puede salvar a la Iglesia. Puede salvar nuestra cristiandad.
Del mismo modo que la luz de la Cristiandad confiada a Francia y la fidelidad a la fe confiada a España no pueden desaparecer, tampoco nosotros podemos dejarnos avasallar. La misión divina que Dios nos ha confiado es clara: reconstruir, rehacer, irradiar la luz de Cristo al mundo.
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=ww9clGR4wyI
Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Notre-Dame_de_Paris,_1_July_2017_003.jpg
Mark Bonica from Durham, NH, USA, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons
