En artículos anteriores se ha hablado sobre la problemática que tiene nuestro país sobre los bajos índices de natalidad y sobre el atraso de las mujeres en convertirse en madres, respecto de épocas anteriores.
Para finales de 2023, el Ministerio de Salud publicó las cifras de los abortos realizados durante el año 2022, demostrando que la cantidad de asesinatos de niños inocentes en el vientre materno, fue de 98.316. El número de víctimas, aumentó a 8.127 en comparación con el año 2021. Como si fuera poco, también indicaron que el índice de abortos fue el mayor de los últimos diez años.
Las comunidades autónomas que más abortos registraron fueron: Cataluña, Madrid, Baleares y Asturias. Mientras que las que menos abortos tuvieron fueron: Ceuta y Melilla; La Rioja, Galicia y Extremadura. Además, se pudo ver que el 82,7% de los homicidios se han efectuado en centros privados. También, la información publicada, revela que la mayoría (73,04%) fueron llevados a cabo dentro de las 8 semanas de gestación.
Si bien todas las cifras son aterradoras, pareciera que el más atroz de los datos es el motivo por el cuál esas madres han decidido arrojar a sus hijos a la basura sanitaria. El informe arroja que la causa del 91,23% de los abortos, es decir, la gran mayoría, ha sido “a petición de la mujer”. El resto del porcentaje fue por “grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada” o por “riesgo de graves anomalías en el feto” y por “anomalías fetales incompatibles con la vida o enfermedad extremadamente grave e incurable”.
En relación a qué se hace desde el Estado para brindar ayuda a las embarazadas en situación de vulnerabilidad, la fundación “RedMadre” realizó un informe respecto del año 2022. Un dato trascendental que han arrojado, es que 8 de cada 10 mujeres que evaluaron la posibilidad de abortar, se arrepienten cuando encuentran la ayuda necesaria. Pero, paradójicamente sucede que, desde el Estado se destinan 40 millones de euros para ayudar a abortar, mientras que sólo 20 millones de euros son destinados para apoyar a las madres vulnerables.
Según una investigación del Observatorio Demográfico del Aborto en España, llevada a cabo por Joaquín Leguina Herrán y Alejandro Macarrón, hallaron los siguientes resultados:
“Hay más abortos que nunca por porcentaje sobre embarazos”;
“España está en el Top 5 europeo del aborto: sólo le superan en tasa la pobrísima Bulgaria, Francia y Suecia”;
“En los últimos 35 años (de 1987 a 2022) se han provocado 2,7 millones de abortos en España”;
“Entre el 33% y 38% de mujeres que abortan, repiten; hay casi un 10% de ellas que han abortado 3 o 4 veces”;
“Las dos comunidades autónomas en las que hay más propensión a abortar, Canarias y Asturias, son las que menos hijos por mujer tienen no sólo en España sino en toda Europa; Asturias es una superpotencia europea en aborto y envejecimiento”.
Ellos concluyen en que «impresiona la poca sensibilidad general ante el enorme número de abortos que hay en España. No son algunos cientos o unos pocos miles de abortos, de casos extremos, sino en torno a 100.000 cada año, y eso en una España con un enorme déficit de nacimientos para que haya relevo generacional».
Ante este genocidio silencioso, es urgente recordar que la doctrina de la Iglesia sobre el aborto no ha cambiado ni puede cambiar. La doctrina de la Iglesia sobre el aborto es una verdad irreformable.
El Papa Juan Pablo II declaró en la encíclica «Evangelium vitae»: “Con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina, fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra en el propio corazón (cf. Rm 2, 14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura, transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal” (. 57)
Más grave aún, en la misma encíclica (n. 62), el Santo Padre declara que quien provoca un aborto seguido de resultado, incurre en excomunión lata sentenciae, es decir, excomunión automática.
“La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos períodos históricos. El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión. También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que ‘quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae’, es decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido: con esta reiterada sanción, la Iglesia señala este delito como uno de los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia.
“Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que, la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.
Finalmente el JPII insiste con mucho énfasis en que “Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia.”
Fuentes:
Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Knitting_Baby_car.JPG
Baykedevries, CC BY-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0, via Wikimedia Commons